Volvía a casa caminando por la acera cuando ví venir de frente a una mujer embarazada, su pareja, y un metro o dos por delante a su hija de como 1 añito. La pitufa esa andaba como los borrachos, así que creo que llevaba poco tiempo caminando. Cuando Veda la vió, levantó las orejas y empezó a mover el rabo. La niña al ver a Veda abrió los brazos y empezó a corretear hacia nosotras. Veda agachó las orejas y para cuando la niña llegó a nuestra altura, se sentó sin yo decirle nada (cada vez que se acerca un niño la mando sentarse, así que supongo que ya tiene la orden interiorizada). La niña se abalanzó sobre Veda y la soltó un abrazo.
Y a todo esto. Qué hicieron los padres? NADA. Ni se inmutaron. No se alteraron, no gritaron. Nada de nada. Como si la niña hubiese abrazado a un árbol. Cuando llegaron a mi altura miraron a Vedita y le dijeron a la niña, anda mira que perrito más bonito y más bueno eh! quieres tocarlo??? Yo pedí a Veda que se tumbase y la niña estuvo ahí un ratillo acariciando a Veda. Luego cada cual seguimos nuestro camino.
En cierta manera, la (no) reacción de los padres de la criatura puede parecer temeraria, una insensatez, porque no todos los perros están igual de conformes que Veda con un niño colgado del cuello, pero, viendo el comportamiento de la niña y de los padres, deduzco que o tienen perro, o están mucho en contacto con uno. Creo que la niña se abalanzó sobre Veda sin miedo alguno porque hay algún perro en su entorno. Y creo que los padres no se inmutaron porque vieron la secuencia de reacciones de Veda y entendieron lo que significaban de la misma manera que yo los entendí.
Esta forma de crecer sin miedo a los perros hace que tengan muchos menos prejuicios, y respeten mucho más a los perros. No les parece una guarrada ver a un perro en un bus, o un tren o un bar. Y hacer que hasta la gente a la que no les gustan los perros, los respeten. Sin ir más lejos, una de mis amigas no es muy amiga de los perros. No juega con ellos ni les hace caso. Pero no se pone a despotricar cada vez que ve a uno. Y esta amiga viene a mi casa a tomar algo o a cenar y no tiene ni un mal gesto con Veda. La tolera. No juega con ella, pero no le molesta su presencia.
Este tipo de respeto y tolerancia, por desgracia, no la viví en España. Pasear con Veda me hacía sentir a veces como si estuviese paseando con una escopeta, o una granada o cualquier arma peligrosa. Yo soy la misma, la perra sigue siendo un pastor alemán, pero la gente de nuestro entorno la percibe y la trata de una forma diferente. Aún no he oído ni una sola queja en mi vecindario sobre Veda. Todavía nadie por la calle nos ha gritado. Y por desgracia, no puedo decir lo mismo en Zaragoza.