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como esta y esta han aparecido en los últimos días y no puedo evitar cabrearme.
De hecho, creo que todo el mundo debería cabrearse. Pero he aprendido que
muchas veces la gente sólo entiende las cosas cuando les toca de cerca, y sólo
se cabrea cuando les pasa a ellos o gente que conocen y aprecian. Igual es por
eso que yo lo entiendo y me cabreo, porque afecta a dos personas que conozco y
que aprecio. Y he decidido compartir sus historias. Espero que les haga ilusión
y no quieran matarme.
Conocí
a J hace 7 años en Glasgow. Investigaba algo relacionado con el cáncer (no sé
muy bien el qué) y fue a Glasgow a hacer una estancia de unos meses para
formarse aún más de lo que ya estaba formado. Entendí que iba a aprender una
técnica con ratones que se usaba allí. No me preguntéis porque no tengo ni idea
de qué técnica ni qué tiene de especial. Después de ese tiempo se volvía a su
querida España, donde tenía a su novia, su casa y en definitiva su casa.
J.
tenía una formación que yo no tengo ni tendré. Se había pasado toda su vida
para ser lo que es por vocación. Y creo que él mismo me dijo que la investigación
la haces sólo con vocación, porque no te va a dar dinero, y satisfacciones las
justas. Ahí caí yo en la cuenta de que la mayoría de los investigadores
trabajaban con becas, que no llegaban ni a mileuristas y que encima ni
cotizaban. Así tratamos a nuestros cerebros? Eso es lo que me pasó por la
cabeza en esos momentos. Escuché muchas veces como ese magnífico investigador,
y mucho mejor persona, me contaba las veces que había pensado en mandarlo todo
al carajo y dejar ese mundo tan poco apreciado. Por cierto, si yo escribo un blog es gracias a él, le copié la idea. En aquellos entonces no tenía ni idea de lo que era un blog.
En
Holanda, hace 4 años, conocí a C. , otra investigadora en la cuerda floja, como
todos. C. es, igual que J. , una gran persona, y fue durante dos años mi
compañera de correrías. C. , aunque seas una sosa y no des abrazos, te lo
perdono, debe ser consecuencia del lugar de nacimiento. C. estaba en Holanda,
igual que J. , ampliando su ya extensa formación en su especialidad (Leucemia?).
Con C. aprendí que se han hecho algunos progresos y que ahora algunas becas
hasta cotizan a la seguridad social. Osea, que estos grandes cerebros, con un
poco de suerte, igual cuando sean viejos no acaban bajo un puente y con la
pensión no contributiva. No os parece vergonzoso? A mí sí.
Y qué
ha sido de J. y C. después de estos años?
J se
quedó sin trabajo. El talento parece ser que en España no se valora. Por suerte
fuera de España sí se valora, y en muy poco tiempo encontró un puesto acorde a
su formación en algún punto de europa. Su mujer y su hija, recién nacida, le
siguieron. Y por lo que veo en el Facebook de ella (otra heroína en esta
historia) son felices. Al menos tan felices como puedes ser cuando estás fuera
de tu casa y lejos de los tuyos sin tú quererlo. Secretamente pienso que ellos serán
parte del alto porcentaje de gente que no volverá a España más que de visita.
España se lo pierde.
C.
sigue luchando con uñas y dientes. Tendrá trabajo mientras siga consiguiendo
financiación externa. Para ello pasa hoooras buscando convocatorias a becas y
escribiendo propuestas (o como lo llamen en su lenguaje) y cuando no la tenga,
como no está dispuesta a irse de España, trabajará de lo que buenamente pueda.
No dudo que C. sería una cajera de supermercado cojonuda (algunas veces hemos
bromeado sobre eso) pero no es un poco talento desperdiciado?
Estos
dos ejemplos hacen que me cabree al leer artículos en el periódico del estilo
de los dos que puse antes. Y también me hace recordar lo afortunada que soy de
estar fuera de España por gusto, y no forzada. Yo no me considero parte de la
fuga de cerebros, porque para empezar, mi cerebro no vale tanto. Para eso dios
me debió dar piernas largas, culo respingón y pelo rubio. Para compensar.